Cuando el primer Obispo de
Panamá, Fray Tomás, envió a la iglesia de su pueblo natal Berlanga de Duero, un
cocodrilo naturalizado, no podía ni imaginar que en otros tiempos Soria hubiera
estado poblada por tan terribles animales.
Hace 130 millones de años,
en el Cretácico inferior, cuando Soria era un paraíso subtropical habitada por
dinosaurios de todo tipo, existió una fauna acompañante diversa y llamativa,
los pterosaurios surcaban el aire, las tortugas se desplazaban lentamente por
el barro de los pantanos y los cocodrilos sesteaban a la orilla de los ríos.
Ilustración de un cocodrilo del género Goniopholis
Los cocodrilos sorianos
pertenecían al género Goniopholis, del que hemos encontrado numerosos restos (equipo Fuentes-Meijide) en
varios de los yacimientos de la Formación Golmayo.
Era un animal que podía
alcanzar más de 3 m de longitud, de
cráneo grande y poderoso, provisto de una gran batería de dientes cónicos,
puntiagudos y aquillados que hacía de su boca un arma terrible, aunque, como
sucede en los cocodrilos actuales, esos dientes tenían la raíz hueca y no
estaban implantados muy firmemente en las mandíbulas, con lo que más de una vez
alguno se perdía al morder, de ahí que en los yacimientos de todo el mundo
(Goniopholis era un cocodrilo cosmopolita) los restos que aparezcan en mayor
número sean los dientes.
Dientes fósiles de Goniopholis
Su espalda estaba provista
de una armadura formada por escudos óseos recubiertos por una fina piel
(osteodermos) que además de protegerle
contra los ataques de algún congénere, probablemente fuese
también un elemento termorregulador, capaz de recoger el calor del sol al
permitir que los capilares sanguíneos se aproximaran a la superficie para
absorber la energía solar.
Placa o escudo óseo de cocodrilo, con su morfología característica.
Escala 10cm.
En cierto modo fue un
cocodrilo muy parecido a los que actualmente viven en el Nilo y es de suponer
que su forma de vida fuera semejante a la de estos, un depredador oportunista,
carroñero y omnívoro, altamente peligroso.