Entre 1970 y 1971 mi marido y yo estábamos haciendo un
“stage” en el laboratorio de AnatomÍa comparada del Museo de Ciencias Naturales de Paris bajo la
supervisión de su director, J. Anthony, y mientras a Manuel le había tocado
estudiar la “tente du cervelet” de los primates a mi me había caído en suerte
estudiar las vértebras cervicales de todo tipo de mamíferos dentro del programa
que estaba realizando dicho laboratorio.
Como es lógico, en nuestras horas libres recorríamos el Museo
y los diferentes laboratorios estudiando y ayudando a aquel que nos lo pedía,
éramos los españoles del equipo y estaban un tanto extrañados de que nos
interesasen tantas cosas.
Así, un día un par de amigos nos invitaron a una zona desconocida,
oscura y misteriosa en donde, en unas enormes acuarios de cristal se
encontraban conservados dos grandes peces, dos celacantos de más de 1,30 m de
longitud, perfectamente conservados y que estaban siendo objeto del estudio del
Dr. Anthony y de otros colegas que querían poner en claro su anatomía interna,
algo muy difícil si no se tienen individuos frescos.
El revuelo y el motivo de que nos enseñasen aquellos
ejemplares es que sí habían conseguido los celacantos frescos y estaban a punto
de llegar. Al mismo tiempo, se estaban haciendo réplicas de los ya existentes
para exhibirlos en el Museo. Todo aquello era realmente emocionante y casi de
extranjis conseguimos hacer un par de fotos para nuestra colección antes de
salir de aquella zona, que por otra parte, estaba prohibida para los extraños
al proyecto.
Ejemplar de celacanto descongelandose en el laboratotio de Anatomia comparada del Museo de Ciencias Naturales de Paris.
Un celacanto, ahí es nada, un pez que se consideraba extinto
desde hacía más de 350 millones de años y que había permanecido vivo y
escondido en las profundidades de los mares de Madagascar hasta que un pescador
tuvo la suerte de pescarlo en sus redes y hubo una persona, la Dra. Latimer que
fue capaz de reconocerlo (por eso el celacanto recibió el nombre de Latimeria).
El celacanto es un ser bastante extraño, un pez de aletas
lobuladas que parecen estar a medio camino entre una aleta y una pata, de
hecho, sus parientes más próximos, los Rifidistios son la
base de los anfibios que hace unos 350 millones de años emprendieron la
conquista de la tierra firme, pero por razones desconocidas, los celacantos
prefirieron adentrarse en las profundidades marinas.
Son animales que pueden alcanzar 1,5 m de longitud y pesar
hasta 70 kilos, gruesos, trapudos, de cabeza enorme y escamas formadas por una
lámina ósea cubierta con dentículos dérmicos parecidos a los de los tiburones.
No son nada atractivos.
Detalle de la cabeza
Y aunque desconocidos para el mundo científico y para
Occidente, los pescadores de Madagascar lo conocían desde hacía cientos de
años, lo llamaban Kombessa y lo consideraban un pez de carne pobre, pero de
piel muy útil como “papel de lija”.
Creo que ese fue uno de los momentos más emocionantes de
nuestra estancia en Paris, si dejamos aparte la aventura con el cocodrilo, pero
esa es otra historia.
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